domingo, abril 28, 2024

No siempre se logra… aunque queramos, pero sigue intentándolo.

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Por: Ernesto González Valdés

Para lo que somos docentes, la sociabilidad, como valor, debiera resultar una regla de oro[1], como parte de nuestra formación, pero que a la vez debe ser inculcada en nuestros discípulos.

Lo reafirmo con su definición “Resulta aquella calidad o cualidad de sociable que presenta una persona, es decir, aquel que de manera natural tiende a vivir en sociedad y también, a aquel individuo preeminentemente afable que le gusta relacionarse con el resto de las personas”

Que resulta un tanto ¿idealista?, ante las tantas contradicciones propias del ser humano, que se manifiestan a través de despido laborales, expulsión de un estudiante, una justificadas, otras cuestionables, pero que denotan una falta de sensibilidad para aquellos que son tomadores de decisiones y con ello se inclinan al bando de los antivalores: antisocial.

Por supuesto donde habitamos 7.9 billones de personas[2], la visión resulta muy amplia, para definir la balanza entre personas sociables y antisociables, tal vez no cuantificada, pero obviamente me inclino a lo positivo, sino la sociedad estaría en franco deterioro. Nota: desfavorablemente pareciera ser que más son los problemas cada día, que nos afectan y que nos agobian (las dichosas redes que las enaltecen y para colmo nos detenemos a prestar atención, incidiendo con mayor impacto en los jóvenes)

Sin embargo, retomando por qué la necesidad de ser sociable, es por lo que estamos comprometido a serlo -prioritariamente los docentes -, a sumar voluntades, estableciendo para lograrlo con nuestro estudiantado, metodologías, estrategias, técnicas, que evidencien que “solo, aislado”, NO SE PUEDE.

Anécdotas personales de ser antisocial tengo varias – como la habrán de tener ustedes, y que en este momento podrán recordar-, les cito una: Un docente de experiencia, algunos años de edad (adulto), ante la solicitud de un gran compañero de trabajo, además de muy profesional, donde una de sus responsabilidades era controlar el marcado de entrada y salida del personal docente en modo digital, hubo de detectar una irregularidad no permisible por parte de la persona que marcaba.

El inspector le indicó el supuesto error, y ante la sugerencia de lo que debía revisar, la respuesta fue un gran exabrupto que caía en el plano de lo ofensivo e irrespetuoso; ante esta situación tirante, recibí la llamada, donde me relataba la persona responsable de controlar el marcado, el grave incidente.

Obviamente algo enfadado, acudí para tratar de solventar el problema acontecido, ante un injustificable hecho de dañar a una persona – independientemente de su juventud, de su responsabilidad, de su formación académica[3] -, tratándolo como un ser excluyente de su entorno.

El docente reconoció su error, y le solicité que privadamente pidiera disculpas a la persona afectada, lo cual se cumplió en mi presencia y le agradecí. Pero por suerte estos hechos de la vida real suelen ser los menos y en la mayoría de los casos enmendables.

Queda claro – y lo reiteraré tantas veces como sea necesario – que el trabajo de formación como proceso ha de iniciar desde temprano con los más jóvenes, siendo más moldeables, algo así como “esponjas” ávidos de conocimientos, de aprendizajes, de afectos.

Si comparamos a los niños con los adultos, los primeros son mucho más hábiles a la hora de hacer amigos, son más espontáneos, menos desinteresados y naturales en esta etapa de la vida para establecer nuevas amistades.

Lo que no resta para los que pasan al mundo laboral que la sociabilidad resulta fundamental para progresar en el trabajo, para establecer nuevas amistades, para encontrar una persona con la cual compartir la vida y los proyectos personales que se tengan, para armar una empresa, para compartir intereses y afinidades, entre otros.

Es más, ser sociable – me autocritico públicamente en este momento, ya que aún no lo soy suficientemente; hace muchos, peros muchos años en una evaluación de mi desempeño, me señalaron: “sociable, pero solo en grupos afines”, lo cual he tratado de enmendar y que sigo tratando – tiene sus pros, de los cuales les cito algunos:

  • Tendrán una existencia más plena y alegre que aquellos que gustan de la soledad y el ostracismo.
  • Mejora la salud emocional, la mental y los pensamientos positivos, por el contrario, el aislamiento social produce tristeza, miedo, cansancio, apatía, y según algunos expertos, las personas que están solas viven menos tiempo que aquellas que están rodeadas de amigos.
  • Posee un carácter afable, cercano, simpático y siempre muestra un interés a la hora de compartir tiempo con otros.

Me permite algunos consejos, para ahondar en cómo lograr ser más sociable. ¿Lo intentas? Ahí les va.

  • Debemos ser tolerantes – pues no todo es como creemos, el mundo no gira alrededor de nosotros, ni somos dioses para juzgar a los demás -, comprensivos, pero siempre respetando nuestras propias convicciones y creencias.

 

  • Ser optimista en la vida, pues muchas veces vamos en la vida quejándonos de lo que nos pasa y peor aun juzgando a los demás, siempre debemos de tratar de resaltar las virtudes positivas de una persona al conocerla, es cuestión de actitud.

 

  • No ser tímido, a veces por vergüenza o desconfianza de no ser lo suficiente presentable, o agradable, no creyendo en limitaciones, olvidando que en el mundo todos tenemos defectos, recuerda aceptarte para que los demás te acepten tal y como sea.

 

  • Evita estar siempre a la defensiva, creyendo que la vida es una competencia, es bueno dar lo mejor de sí limpiamente y dejar de ver a todos como rivales, recuerda ser compasivo y generoso, pues si eso cultiva eso recibirá de los demás.

 

  • Ser paciente, al estar en desacuerdo con alguien o con algo, pero evita quedarte callado, escucha y responde con calma, pero con un buen sustento, formulando tu intervención en forma de pregunta, pues siempre hay alguien que le fascinará explicar y orientarla, e inicia tu conversación.

Y concluyo, ya que al parecer me he extendido un poco. Una persona no sociable, presumida, jactanciosa, son los que más sufren, pues encuentran el rechazo de los demás. Si conoces alguna ignórala, aunque no dejes de aplicar las normas básicas de conducta: saludar, buenos días. Te recuerdo algo: “No se busca amistad por conveniencia propia, por beneficio personal, sino por la satisfacción y el disfrute pleno, pero de ambos lados”

Es posible que esa persona cambie, seamos optimista. Que de no ser así – no solo por tu actuar de sumarlo para tratar que rectifique su indebido comportamiento, donde además se incorpore (al tener la misma percepción) el colectivo de estudio o trabajo – deberás aprender a “navegar” ante estas vicisitudes – dentro del marco del respeto mutuo – y continuar conviviendo con los que te muestran más afectos, que te reconocen, respetan, con los que te regalan los momentos felices, los abrazos, los que te chatean o llaman con palabras de cariño, donde se evidencia una verdadera amistad, como la que has de sostener con tu familia, tus hijos, nietos, tu esposa(o), tus compañeros(as) de trabajo.

[1] Denominación para un principio moral general que puede expresarse: «trata a los demás como querrías que te trataran a ti» (en su forma positiva) o «no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti»

[2] Tomado de https://www.worldometers.info/es/poblacion-mundial/

[3] En este momento con el grado de maestría en el campo de la informática y mejor graduado.

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