Gustavo Borges
Los Cabos (México), 6 ago (EFE).- A los 38 años el español Fernando Verdasco, quien llegó a ser el séptimo del ránking ATP, asume el tenis como quien tiene un parásito en sus entrañas, al que primero debe alimentar, si pretende vivir en paz.
“Hay que seguir hasta que ese animal, que es como un fuego interno se apague, o te lo apaguen porque a veces el bicho dice, quiero jugar, pero la rodilla no te deja dar dos pasos o el codo no te deja sacar”, aseguró en entrevista a Efe el tres veces campeón de la Copa Davis.
Comparar la pasión con una especie de tenia es una idea que Verdasco tomó de su suegro, el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien en uno de sus libros compara la situación del escritor con la de una persona que lleva adentro una lombriz solitaria. Alimenta al “animal”; solo después vive.
Verdasco apareció esta semana en Los Cabos en plena recuperación de una cirugía del codo, su tercera operación en año y medio, consecuencia de lo cual cayó al puesto 125 del ránking. En la ciudad mexicana perdió en tres sets con el australiano Thanakis Kokkinakis. Sin embargo, dejó un mensaje: le queda tenis para volver al top 100.
Con siete títulos como profesional, ganancias de más de 18 millones de dólares y victorias sobre todos los grandes jugadores de este siglo excepto el suizo Roger Federer, el madrileño tiene los méritos para retirarse, mas no se lo plantea porque quiere darse el lujo de salir a la pista con la inocencia de quien canta en la ducha.
“Hay jugadores que aman el tenis sobre todas las cosas, soy de esos. Me gusta una frase de Federer, quien se preguntaba por qué dejar de jugar si ama el juego y se le da bien”, dice Verdasco, si le preguntan sus razones para seguir.
Recuperado de la covid y de las cicatrices del bisturí, pero no de esa cuchilla filosa que es el paso del tiempo, al español le queda poco del soñador de pelo largo que a los 19 años se apareció en el torneo de Acapulco y alcanzó la final. Después de aquello, conquistó el mundo, pero le guarda cariño a aquel rebelde.
“Uff. Si pudiera pararme con mi yo del 2004, le contaría las cosas que sé ahora para que su carrera y sus vida fueran mejores. Las buenas decisiones las tomaría igual, pero me gustaría que mejorara las malas o peores”, dice, aunque no se queda enganchado en el ayer.
Tiene tres triunfos sobre Rafael Nadal y cuatro sobre Novak Djokovic, los dos jugadores con más títulos de Grand Slams, sin embargo la gente del tenis lo recuerda más por una derrota, la de la semifinal del Abierto de Australia del 2009 después de más de cinco horas contra Nadal.
“A veces me regresa el recuerdo y otras la gente me lo regresa; ha sido el partido más icónico de mi carrera, semifinales del Open de Australia contra el número uno del mundo, los dos españoles, un partido de más de cinco horas; el nivel fue impresionante. Años y años después, alguien me para en la calle y me dice que es el mejor partido que ha visto en su vida”, revela.
Esa vez Verdasco le encajó 21 “aces” a Rafa y salvó 16 puntos de rotura, una hazaña si se hace ante el jugador de la mentalidad más fuerte en el circuito. Sin embargo, tuvo un desliz en el cierre y por ahí se le fue la victoria.
“Por un lado me reconforta y me da alegría haber jugado tan bien; por otro lado, lo recuerdas y dices: madre mía, sí es que iba 4-4 en el quinto set, 0-30, segundo saque, fallé un resto y, no sé. Entonces la final se me escapó para poder meterme contra Federer”, señala.
Verdasco posee facilidad para jugar tenis, pero, también como Vargas Llosa, desconfía del talento porque cree que la clave para salir adelante es el trabajo.
“Mario lo dice y tiene razón. Todos los jugadores necesitan trabajo, trabajo y más trabajo, no vale solo con talento. Federer puede ser a simple vista el más talentoso de la historia porque es quien juega más bonito, pero seguro que se ha entrenado durísimo; Nadal, ni hablemos; Djokovic, lo mismo”, opina.
Fernando imagina su cumpleaños 39, el próximo 15 de noviembre, y confía en celebrarlo ubicado en el grupo de los 100 mejores del ránking, un objetivo que cree accesible, si sigue sano. En todo caso, la meta no le quita el sueño porque a estas alturas va por el tour por encima del bien y el mal.
“Yo me incluyo entre los que más le gusta jugar al tenis, sino no estaría aquí hoy. Creo que aguantaré todo lo que pueda porque me encanta y lo disfruto. Aunque pierda, que al final perder no le gusta a nadie”, dice.
Lo dice sin autocomplacencia y entonces refuerza su dimensión de ser humano, de hombre que se cansó de ganar y ha caído rendido ante un animal hambriento alojado en sus entrañas, como insiste en llamar a su pasión por el tenis. EFE