miércoles, diciembre 11, 2024

Horas no presenciales por Ernesto González Valdés.

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Aunque prácticamente ya se sienten ráfagas de descanso, por lo que muchos estudiantes ya se encuentran de vacaciones, dada la aproximación de las navidades y el fin de año, no quisiera concluir el mismo sin dejar de tratar este tema dirigido a los propios estudiantes, maestros y profesores, así como padres de familia.

El artículo de hoy, su nombre, nos conlleva al análisis de un elemento poco común – dado  su poco uso, pero que debiera ser altamente explotado – por parte de los  docentes a la hora de planificar nuestras clases, y son las denominadas horas no presenciales, las cuales hacen referencia a lo que el estudiante debe hacer, en el momento que no se encuentra exactamente en el aula frente al docente junto con sus compañeros y compañeras de clase; más concreto: El docente no está presencialmente ante el estudiante, la clase ha concluido.

¡Pero realmente la clase ha concluido? Queda en la “cancha” del o de la docente, poner tareas. Cuando escucho a un estudiante, decir que no tengo nada que estudiar, ya que no me orientaron nada, ¡me dan escalofríos!  Lo anterior pudiera traducirse en que, si el joven recibe 6 o 7 asignaturas en la semana, 6 o 7 profesores, dieron su clase, cerraron su silabo, y fue un “placer” lo cual implicaría que el estudiante está perdiendo un tiempo precioso, muy provechoso: poner en práctica lo aprendido, consolidarlo, anotar las dudas, para ser aclaradas en el siguiente encuentro o clase, sino ha logrado consultar a lo interno de su equipo de estudio previamente.

Hay estadísticas que reflejan que un estudiante por cada hora clase recibida debiera estudiar dos; De darse el caso anterior ¿24 horas semanales de clase? Equivaldría a ¡48 horas que dejo de aprender y aprender a hacer!; La peligrosidad se incrementa si el padre o madre de familia por cualquier motivo (justificable o no) ni se ocupa, si llegó o no llegó más temprano de lo normal de la institución educativa; si al llegar a casa “tira los cuadernos y libros” y para colmo la mochila aparece intacta, donde mismo la dejó la noche anterior.

Otra posible “pista” de que la relación escuela – estudio anda mal, es el domingo, cuando usualmente es un día para descansar, pero que al final de la tarde tantos los que estudian de la casa, como los que trabajan se alisten para lo que haya que enfrentar o realizar al día siguiente: Presentación de algún informe, presentaciones en diapositivas para el trabajo de investigación realizado, lectura de las notas de clases y capítulos recomendados según la bibliografía de la asignatura, así como la revisión de los diferentes link o direcciones electrónicas que permitan profundizar o ampliar la información.

Luego estimado papá, mamá o tutor, a modo de resumen sino observa movimiento en el “bull pen” de todo lo antes descrito por parte de su hijo o hija, sea domingo o cualquier día de la semana (por allá tal vez descansar un poquito el sábado) desde el más cumiche hasta el más “barbudo” que asista a la escuela, institución, algo falla: o los profesores no mandan tareas (craso error) o a alguien por ahí le crece la nariz.

 

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