La Duda |
Por Alejandro Álvarez Manilla

No me queda duda: cada vez que un Papa muere o renuncia, el mundo se convierte en un tablero de ajedrez vaticano. Las sotanas se acomodan, los pasillos se llenan de rumores en latín y los cardenales comienzan a contar votos, silencios y bendiciones estratégicas. Y esta vez no es la excepción.
Los nombres ya suenan como si fueran precandidatos en una contienda global sin debates, pero con mucho incienso. Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, lleva años sonando como el “candidato natural”. Diplomático, discreto y con acceso privilegiado al poder vaticano. No tengo la menor duda de que si esto fuera una elección terrenal, Parolin ya estaría mandando a hacer su anillo papal.
Pero claro, en el Vaticano nada es tan lineal. Luis Antonio Tagle, el cardenal filipino que algunos llaman el “Francisco asiático”, también está en las quinielas. Habla el idioma de los pobres, tiene carisma, y su presencia reforzaría la mirada global del catolicismo. Matteo Zuppi, por otro lado, representa al ala más franciscana del clero europeo: cercano al Papa saliente, sensible a temas sociales, y con una narrativa pastoral que conecta con los tiempos modernos.
¿Está la Iglesia lista para otro Papa progresista? Porque entre los nombres también asoman figuras más conservadoras como Peter Erdő de Budapest o incluso Jean-Claude Hollerich, que aunque abierto al diálogo, no necesariamente encarna el espíritu franciscano con la misma fuerza.
Y ahí es donde se instala la verdadera duda: ¿quiere la Iglesia Católica continuidad o ruptura con Francisco? ¿Busca un heredero o un corrector?
No me queda duda de que más de uno en la curia quisiera dar un giro hacia posiciones más tradicionales. El papado de Francisco ha sido incómodo para ciertos sectores: migración, ecología, sinodalidad, apertura al diálogo con otras religiones… No todos han aplaudido.
Pero también tengo la menor duda de que el espíritu de cambio que encarnó Bergoglio no se va fácilmente. Ni siquiera con una fumata blanca distinta. El mundo ya no ve al Papa solo como líder espiritual: también es un actor político, un símbolo moral, y una brújula cultural. Y eso pesa.
¿Será Parolin el próximo? ¿Tagle? ¿Uno de los menos nombrados como Cristóbal López o Pablo Virgilio David? ¿O nos sorprenderán como tantas veces en la historia vaticana?
Cuando se habla de poder, votos y fe, la mejor posición es observar el humo.
