Santos (Brasil), 2 ene (Sputnik).- Un círculo con un palito, otro círculo más pequeño como tilde y la frase “ele” que completa una famosa firma, la de Edson Arantes do Nascimento, o cómo dice el garabato: Pelé, el rey del deporte rey, un ídolo con poco archivo y un muchacho siempre dispuesto a cumplir sueños. Propios y de quienes le adoran, sean o no brasileños, ni hinchas del Santos.
Muchas de las personas que entre el lunes y este martes se han acercado al estadio Urbano Caldeira, en el barrio de Vila Belmiro en Santos (São Paulo, este) llevan estampada de puño y letra la firma de quien fuera tres veces campeón mundial -en 1958, 1962 y 1970- en remeras, camisetas, banderas, gorros y fotografías, que sacaron de sus museos personales, para pasearlas por el barrio.
Ataviados con paraguas o páginas de periódicos para cubrirse del intenso sol de enero, bebiendo agua y cerveza a raudales para soportar máximas de 30 grados y cantando para amenizar la espera, unos 1.000 aficionados por hora dejaron su saludo a “O Rei” Pelé, y juraron que nunca más va a existir otro como él.
Es que, a pesar de no haber nacido aquí e incluso antes de convertirse en un monarca de corona popular, Pelé se convirtió en un hijo dilecto de esta ciudad que debe su actividad al puerto, y que conserva el estilo de vida más carioca que puede encontrarse en todo el estado de São Paulo.
Antes de que la muerte lo arrebatara de este mundo, Pelé ya era Santos, y Santos era Pelé.
“Su nombre es muy querido aquí en el pueblo. Igual que (los exjugadores) Clodoaldo, Edu y Pepe. Pero ninguno lo igualó a él. Cuando vino para acá todavía no era visto. Yo lo atendía en un puesto de gasolina cerca de la playa, él vivía a unas tres cuadras de mi casa”, relata a la Agencia Sputnik Joao Nonato, un taxista de 70 años que le vio jugar y lo describe como un futbolista “más estratégico que dribleador”.
El hombre también lo expone: “(Pelé) no era una persona que ofrecía abrigo a la gente o que diera propina. Yo lavaba su auto, le colocaba gasolina y siempre esperaba una propina, pero él no la daba”.
La voz de los adultos mayores es la más buscada por todos a estas horas. Ellos son, para los más jóvenes, las redes sociales o el YouTube que sin videos HD los transportan décadas atrás y atestiguan con su memoria la magia de un futbolista que hizo todo antes que nadie.
La memoria de Joao, que estuvo en el último partido de O Rei vistiendo la camiseta del Peixe -victoria 2 a 0 ante el Ponte Petra el 2 de octubre de 1974- y que quería “que el partido no termine nunca”, o la de Nicanor Ribeiro, un actor de 68 años que hace dos décadas se presenta como “el socio de Pelé” y es furor en redes sociales, junto a otros dobles de estrellas del balompié.
“Espera Diego, que en un rato voy para allá”, bromea al teléfono con quien se presenta como el doble de Maradona, el otro astro fallecido en 2020 y que, a pesar de no haberse enfrentado nunca, compartió una picaresca rivalidad profesional con el tricampeón mundial.
“Siento mucha tristeza, pero gratitud por todo lo que él me dio. Él era muy solidario, muy feliz, muy tranquilo. A él le gustaba lo que yo hacía, se divertía mucho. Siempre estaba bromeando”, confiesa, ya más serio, Ribeiro. “Como jugador, Pelé tenía mucha sabiduría y visión estratégica. Pelé significa perseverancia. Una persona que siguió entrenando 24 horas por día, incluidos los domingos”, reflexiona.
EL GRAN ORGULLO DE PARAR UNA GUERRA
Fue el relato de sus padres lo que causó que René y Gabriel, dos amigos que viven juntos en São Paulo, viajaran cinco horas para llegar a Santos y soportaran otras dos para completar la fila que los llevó a la capilla ardiente, instalada en una carpa ubicada en la mitad del campo del coqueto estadio en vías de refacción.
Y eso que ninguno de los dos es hincha del Santos, tal como lo dejaron en claro vistiendo, el primero, una camiseta del Fluminense de Río de Janeiro (este), y el segundo, una del São Paulo, la escuadra que representa a la opulencia paulista.
“Mi padre me contó lo que fue Pelé, él siempre contaba historias y hablaba de lo que representaba Pelé. Todo lo que cualquier jugador haga hoy, Pelé ya lo hizo. Representa mucho y el fútbol es un antes y después de Pelé”, relata Gabriel, y en un guiño cómplice prepara el auditorio para su amigo, más afín a las sentencias dialécticas.
“Pelé fue un héroe, y por eso lo vengo a despedir. Es el mayor exponente del país, el mejor jugador de todos los tiempos y solo él consiguió tres copas. No tuvimos la suerte de verlo en vida, pero queríamos hacerle un homenaje”, define.
El propio Pelé sabía de legados, según lo confesó en un tuit de 2020: “Aprendí pronto, de mi padre Dondinho, que el fútbol debe ser un instrumento para el bien. […] Eso lo apliqué a mi vida, usando mi talento para promover el amor y la paz. Siempre intenté transmitir ese mensaje. Uno de mis grandes orgullos es el haber parado una guerra en Nigeria, en 1969, en una de las muchas giras que el Santos hizo por el mundo”.
La guerra de Biafra, un conflicto étnico, político y económico que se saldó con más de un millón de muertos encontró un día de pausa gracias al Santos de Pelé, que viajó a la región para disputar un partido amistoso y obligó al teniente coronel Samuel Ogbemudia, entonces gobernador de la región, a decretar festivo el día en el que el Peixe desembarcó en Ciudad Benín, la capital regional.
Un día en el que las rivalidades se pusieron en pausa y celebraron en un estadio al primer referente global que ha tenido el fútbol, al rey mago. Un día parecido al del lunes, ya no en Benín, sino en Vila Belmiro. (Sputnik)