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sábado, noviembre 23, 2024

El uso de la calculadora ¿atrofia?

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Por:Ernesto González Valdés

Un grupo relativamente considerable de estudiantes se presentaron a mi oficina para reclamarme con preocupación que un docente de matemática no les permitía utilizar la calculadora, mientras que, a otros compañeros suyos, otro docente de matemática, se las les dejaban utilizar. Al principio me resultó jocoso el hecho, pero a la vez curioso.

¿Qué operaciones matemáticas les esta pidiendo el docente que haga en su clase?, pregunté, ¿La respuesta? Suma o adición, resta, división y multiplicación. Nota: Me estoy refiriendo a estudiantes de primer ingreso, de primer año, no a niños y niñas de primaria. Se supone que en el “camino” muchas habrán sido las cuentas que deberían haber resuelto, la problemática posiblemente esté, a partir del momento que dejaron de utilizar el dominio de las tablas matemáticas, como recurso o herramienta y lo que no se refuerza, simplemente se olvida. ¿Correcto, incorrecto? Analicémoslo.

El inventor de la primera calculadora, le correspondió a Blaise Pascal, a la cual se le denominó “La Pascalina” en el año 1642, máquina mecánica, cuyo propósito era ayudar a su padre para el cobro de los impuestos, dada su responsabilidad como comisionado real del servicio de impuesto en la alta Normandía. La maquina estaba formada por una serie de ruedas que representaban las unidades, decenas, centenas etc., y cada rueda tiene sobre su circunferencia los números del 0-9; estas ruedas tienen una relación de 10-1, es decir la rotación completa de una rueda; avanza a una unidad que esta a la izquierda de esta.

Cuenta la historia que posteriormente le siguió Gottfriend Wilhen Leibnitz (en 1645) el cual mejora la capacidad de la calculadora de Pascal, así como formula las principales propiedades de la adición y multiplicación lógica la negación, identidad etc. Acercándonos un poco más a la que hoy conocemos, en 1820, el francés Xavier Thomas de Colmar construyó la primera máquina de calculadora portátil – conocida como aritmómetro – que tuvo éxito comercialmente. La misma era capaz de multiplicar dos números de 8 dígitos en 8 segundos, dividir un número de 16 dígitos entre otro de 8 a 24 segundos y extraer la raíz cuadrada a un número de 16 dígitos en un minuto. Logros que para la época resultaban muy asombrosas.

Queda claro que la calculadora, constituye una herramienta básica, siendo un medio y no un fin, pero ¿y dónde queda el pensar, de lo básico ante un hecho “impredecible” como puede ser el vuelto de una compra?, ¿o la repartición del total de estudiantes del aula, para crear varios grupos o equipos y determinar de cuántos estudiantes, serán los mismos? Pero lo más interesante de toda la anécdota anterior fue el final: cuando analizamos los resultados, concluido el curso, del docente que no permitió el uso de la calculadora de cada 10 estudiantes aprobaron 6, y en el caso del que la permitió de cada 10, 5 estudiantes quedaban aplazados.

Luego la problemática posiblemente estuviese en la falta de la aplicación de la asignatura misma, o la falta de estudio producto de la subestimación hacia los números. ¿Sumar? “va!, saco mi calculadora “chiclera”, oprimo tres teclas y… ¡Auxilio!, no tiene baterías ¿y ahorita qué hago? Sencillo, estimado estudiante: estudie, piense, comprenda y aplique.

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