Por: Ernesto González Valdés
A veces, en ciertas ocasiones es frecuente oír a los hijos comentarios como: ¡Mi padre llega muy tarde a casa por las noches!; ¡Mi padre no ha podido firmarme las notas en el boletín!; ¡Profe, mi padre me dice que él no tiene tiempo de ayudarme con los tareas que usted me pone, que eso es responsabilidad de la escuela!; Cuando mi padre está molesto, ¡grita y rompe cosas!
Indiscutiblemente que una actitud de este tipo, la cual es reflejada y puesto de manifiesto en muchos hogares, sobretodo cuando el padre “delega” acciones o responsabilidades a otros miembros de la familia, recayendo muchos en la madre (sexo débil, nota: para aquellas que desean ser débiles) que debe atender al hogar, a los hijos e hijas y a él. Por supuesto el daño más relevante la sufren tarde o temprano los descendientes: sus hijos.
Esta situación nada agradable en que los papás asumen falta de tiempo para la educación de sus hijos se hace muy necesario reflexionar sobre la importancia de éste en la vida de familia y en su aportación al desarrollo de los hijos.
De esta manera podemos señalar: El padre es el primer modelo de hombre que tienen sus hijos, de ahí la importancia de su presencia, es la primera persona que, junto con la madre, forjaran las primeras experiencias de los hijos; El padre ocupa un lugar destacado en la configuración de pertenencia de los hijos a una familia, a una sociedad.
El padre es una ayuda en el desarrollo social de los hijos, en su equilibrio emocional, de ahí la necesidad de que posea él un equilibrio de su personalidad, sin rasgos de dominación, y mucho menos de subyugación. Su actuación ante los hijos debe basarse en la afectividad y en la negociación, antes de convertirse esta en actos dominantes o sobreprotectores.
El padre como un modelo pro-activo, sabiendo sacar lo positivo de cada una de las circunstancias por las que atraviesan sus hijos; El padre como modelo de esposo, como ejemplo de trato y comunicación con la pareja.
Y si faltase, ¿qué sucedería? Se evidenciaría una perdida de contacto afectivo y lúdico con los hijos, la presencia del padre, su comunicación con los hijos, el tiempo que dedica a jugar con ellos es de vital importancia en la construcción del aparato psíquico del niño y del desarrollo de su autoestima; pérdida de la dinámica familiar, de importancia considerable para el desarrollo del concepto de familia del menor; aparición de conductas regresivas: insomnio, crisis de rabietas, angustia de separación de la madre, pérdida del control de esfínteres, regresión en los hábitos de limpieza, estancamiento en las adquisiciones cognitivas, temores fóbicos.
En la interacción paterno-filial, el padre contribuye al desarrollo emocional del hijo al proyectarse en su mente como una persona competente, fuerte y segura de su masculinidad; contribuye de igual forma al mostrarse afectivo en su trato. Esto ayudara a forjar personas competentes y seguras en sus vidas personales.
Por cierto, ¿es usted uno de estos? Por suerte cada vez existen más padres conscientes de su papel y aportación a la vida de familia y a la educación de sus hijos.