Peña empata marcador a AMLO con ayuda de Morena
Por un voto, un miserable voto, que en democracia hace la diferencia, la reforma educativa del Presidente Andrés Manuel López Obrador fue congelada en el Senado de la República
Por Juan Bustillos
No
sin cierta pena debo disculparme con mis cuatro lectores leales que dieron por
muerta a la Reforma Educativa de Enrique Peña Nieto por culpa mía y no de
Andrés Manuel López Obrador y de Morena.
Di por sentado que la ley Peña Nieto había recibido cristiana sepultura,
acostumbrado a que, desde los tiempos en que empecé a reportear el Congreso
–cuando Carlos Sansores era líder de la Cámara Baja—, lo aprobado en Comisiones
pasaba por mera rutina en el pleno, aún y cuando se reservaran artículos en lo
particular para ser debatidos.
Pues no fue así; sigue vivita y se mantendrá vigente mientras el Presidente, la
secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, Ricardo Monreal y Yeidckol
Polevnsky no hagan su trabajo para convencer a los senadores morenos que no
estuvieron en el salón de sesiones para que se realizara la votación en lo
particular.
Nunca dejará de ser saludable reiterarlo; a la Cuarta Transformación le queda
un último recurso: Que el Savonarola de las conferencias de prensa mañaneras,
Santiago Nieto, de la Unidad de Inteligencia Financiera, ayude a meter en
cintura a los senadores que traicionaron al Presidente.
Por un voto, un miserable voto, que en democracia hace la diferencia, la reforma
del Presidente López Obrador fue congelada en el Senado de la República y, para
vergüenza de la Cuarta Transformación, seguirá vigente la del Presidente Peña
Nieto porque el dictamen fue devuelto a la Cámara de Diputados con las
modificaciones incorporadas, en espera de un periodo extraordinario de sesiones
o que se programe para el siguiente periodo ordinario.
En su conferencia del martes, el Presidente, que había preparado todo para
anunciar, con bombo y platillos, el triunfo de las fuerzas liberales sobre las
del conservadurismo, tuvo que reconocer que a sus esfuerzos se impuso “un
partido conservador que votó en bloque”, y, lo peor, lo inconcebible, lo
vergonzoso, porque o se trató de holgazanería, importamadrismo, soberbia,
libertad de conciencia o, simplemente, traición, “faltaron dos o tres senadores
del movimiento liberal que no asistieron o se fueron”.
El Presidente hizo votos para que en la próxima sesión “estén presentes y de
esa manera se logre la aprobación”.
Queda claro que el PAN no falló porque votó en contra, como lo hizo desde la
Cámara de Diputados, y que el PRI cumplió el compromiso de hacerlo a favor.
Entonces, la pregunta a contestar queda a cargo del Inspector Ardilla, el
general Audomaro Martínez Zapata, responsable del espionaje oficial, que, por
decreto, ya no existe, por lo menos en el discurso, aunque por una razón
extraña, como si habitaran en el pasado, para hablar en privado, los
funcionarios de la 4T sacan los celulares de sus oficinas, ponen la música a
todo volumen y abren las llaves de agua: ¿Por qué los senadores Salomón Jara y
Jesús Lucía Trasviña, de Morena, y Marcela Mora del (PES), no estuvieron a la
hora que López Obrador y su palabra comprometida los necesitaban?
El senador Jara está unido umbilicalmente al coordinador Monreal. Fue quien
anunció la controvertida iniciativa de ley para revocar permisos de operación
en México a las calificadoras de riesgo de inversión. Apenas lo dijo y su
partido, Morena, negó que presentaría la iniciativa.
La senadora Jesús Lucía Trasviña no es sospechosa de traición. Le encanta
llamar la atención de López Obrador. Veamos un extracto de uno de sus discursos
en tribuna:
“Estoy en esta tribuna no con el afán de capturar la atención de las cámaras;
estoy en esta tribuna de frente y con la verdad, no como muchos que se paran
aquí con un discurso falso que ni lo sienten, pero es un discurso encubridor de
sus ‘papis’ que los protegieron y que los hicieron a algunos senadores o
senadoras, o diputados federales. A ver, díganme señores, ¿cuándo ustedes
reclamaron las acciones delictivas y criminales de Javier Duarte? ¿Cuándo
reclamaron al gobierno estúpido de Vicente Fox o las negociaciones del también
borrachín de Calderón? ¿cuándo ustedes lo hicieron?”
Basta buscarla en Internet para saber que le encanta llamar “retrasados
mentales” a los reporteros” y que “no es común que los católicos sean
inteligentes”.
López Obrador debe saber, con carácter de urgente, por qué no estuvieron en el
salón de sesiones: ¿Cuestiones de conciencia? ¿Tuvieron asuntos más importantes
que atender? ¿No saben hacer cuentas y necesitan un profesor evaluado que les
enseñe matemáticas de primer grado de primaria? ¿Por importamadristas? ¿Porque
un conservador los compró? o, por lo impensable, que Monreal le jugara una broma
para demostrarle que en el Senado es él quien manda.
Lo indudable es que el presidente de la mesa directiva, Martí Batres, sí se la
jugó con el Presidente: Hizo hasta lo imposible porque llegara al menos uno de
los 3 que causaron la derrota vergonzosa. Cual árbitro de futbol cuando juega
el América, prolongó la sesión más allá del tiempo de compensación, pero ni así
consiguió el voto salvador.
Al Presidente no le quedó de otra que mostrar resignación. “Todavía no se acaba
este asunto; está un proceso legislativo…”, y no dio mayores explicaciones para
un tema que es fundamental para él y su 4T.
De hecho, la derrota es un asunto de amor propio porque ensayó todas las formas
posibles de cumplir su promesa de derruir, hasta los cimientos, la reforma de
Peña Nieto (“no quedará ni una coma, prometió su Mini-me, Mario Delgado,
coordinador de los diputados de Morena), desde anunciar la derogación por
decreto de la legislación de 2013 hasta la emisión de un memorándum con
directivas a los secretarios de Gobernación, Educación y Hacienda de violar la
ley, no cumpliendo sus mandatos.
Sólo para que, después de tanto brincotear y pujar, resultara que la Ley Peña
Nieto sigue vigente por culpa de ya sabemos quiénes, pero ignoramos por qué.