En la institución para la cual trabajaba se solían realizar al inicio de cada semestre seminarios con el personal docente, relacionado a temas diversos en el ámbito pedagógico (nuevas tecnologías, metodologías, cuyos seminaristas más allá de demostrar sus amplias experiencias, existía en los mismos un denominador común: la motivación.
Se desarrollaban dinámicas, que involucraban a los participantes, arrastrando sonrisas, manos que se levantaban para opinar, indagar. Prácticamente las casi dos horas se iban “en menos de lo que canta un gallo” (dicho campesino), sin embargo hubo una que ocasionó discrepancias – que es saludable, discutible, que conlleva a reflexiones necesarias – donde los facilitadores (2), demostraron con lujo de detalle un sinnúmero de actividades basadas esencialmente en juegos pero para estudiantes de la enseñanza media – entre 12 y 15 años de edad – donde se mostraban vídeos de cómo comenzaron los mismos al inicio de un período corto (un mes aproximadamente) y como concluyeron, generando en los mismos (estudiantes) ¡CAMBIOS DE CONDUCTA!, tales como exponer, opinar, perdida del temor en compartir sus ideas, realizando aportes a problemas y sus posibles soluciones; en lo personal consideraba que la actividad cumplió su cometido ampliamente.
¿Qué contradicciones manifestaron algunos de los docentes participantes? “.. ¡Esas actividades no eran propias para estudiantes universitarios…!” Evidentemente que respeté la opinión de los mismos, pero no la compartía por varias razones, las cuales expondré a continuación: Hoy en día hay estudiantes que ingresan al primer año de la carrera con 15 a 16 años, lo cual no es factible que un estudiante tras haber finalizado el bachillerato, dos meses después al ingresar a la educación superior haya madurado lo necesario para ser más serio en el aprendizaje y no “jugar en clase, ya que la universidad es otra cosa”
Como parte de mis funciones me correspondía observar clases (acompañamientos) a profesores de estudios generales (asignaturas básicas: Comunicación y Lenguaje, matemática básica, sociología, filosofía, antropología y otras) donde aprendía cada día más (aprovecho para destacar que era un colectivo extraordinario, muy profesional), obviamente unas clases más relevantes que otras, pero siempre me atraían aquellas que rompían la (pésima y aún vigente en algunos casos) tradición de iniciar la clase planteando: “Buenas días o tarde, ¿hicieron la tarea? Y el tema o asunto que nos corresponde hoy es el siguiente…”
¿Qué hacían que era diferente, diría un giro de 180 grados? Saludaban, e indagaban como se sentían, que libro estaban leyendo como parte de la cultura general, que habían hecho el fin de semana que les había llamado la atención…etc. Inclusive a partir de los que contaban los estudiantes, el o la docente por arte de magia, retomaba el título de la clase. ¡EXCELENTE!
No hace mucho en un vídeo educativo en las redes sociales, apreciaba una fila de estudiantes para entrar al aula, pero previo a ello tenían que seleccionar (tocando) en un mural: dos manos, un corazón y una nota musical. De seleccionar las manos, con la profesora a la entrada chocaban las mismas; de seleccionar el corazón la abrazaban, en el caso de la nota musical, bailaban. En todos los casos se mostraban sonrisas, alegrías… cambios de conductas emocionales (para bien) en el comienzo de una clase.
¿Viable para estudiantes universitarios? Categóricamente sí, ¿qué haya que cambiar la dinámica?, es posible. ¿Le parece inoportuno que le abracen?, ¿Chocar las manos?, no tiene edades, ¿bailar? Al menos a mí me encanta la música.
Ahora recuerdo que el día del seminario, por cierto, pusieron un vídeo musical de un conejo bailando, tirándose al piso, yo lo imité.