viernes, mayo 3, 2024

¿Cuánto tecleamos? Por: Ernesto González Valdés

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Por: Ernesto González Valdés

En el siglo pasado era común el empleo de mecanografía[1], sobre todo dirigido a las féminas, que tal vez en ese entonces resultaba un privilegio como condición básica para ubicarse tras un escritorio y porque no discriminatorio, donde este oficio podía ser su aspiración máxima, lejos de ocupar una responsabilidad gerencial o de dirección como hoy solemos apreciar.

Una habilidad o competencia del mecanógrafo o mecanógrafa vital era la rapidez para elaborar el texto sin mirar el teclado logrando hasta 300 palabras por minuto incluyendo tildes y sin faltas de ortografía, a lo que se sumaba la optimización del tiempo frente a la máquina, poder mirar al interlocutor mientras escribe, ganar en motricidad fina[2], escritura de textos más extenso con menos esfuerzo y la mejora de la lectura lineal.

Inclusive esta profesión, se incorporaba en algunas instituciones como parte del currículum, siendo su herramienta de trabajo la máquina de escribir donde con las yemas de los dedos se presionaba la tecla – dispositivo que permite activar alguna función – que si bien en su momento el producto final era elaborar un documento (carta, informe, reporte, etc.) como mismo evolucionó la máquina, inicialmente mecánica (pasando por eléctricas, híbridas – mecánicas/eléctricas) hasta llegar hoy en día a las computadoras u ordenadores, donde el teclado se ha visto ampliado incorporando un sinnúmero de funciones tales como: F1 a F12, que sirven como “atajos” para acceder más rápidamente a determinadas funciones que le asignan los distintos programas (sonido, compartir pantalla, iluminación, etc.)

Teclado que dejó de ser exclusivo de las máquinas de escribir, para multiplicarse a celulares, tabletas, siendo tanto el acceso a los mismos, que nos hemos convertido en mecanógrafos “disfuncionales”, lejos de mirar al interlocutor y peor aún “sumergirse” en el medio digital, sin ver, oír ni escuchar[3], a lo que se suma la posible afectación de lesiones en los tendones de los dedos pulgares, conocido como Síndrome del túnel Carpiano; el Síndrome de la vibración fantasma, el cual genera una sensación  de vibración imaginaria del celular; el Síndrome de la contractura del cuello (o Text neck) donde al inclinar la cabeza hacia adelante para mirar la pantalla se sobrecarga la columna vertebral, que acostumbra cargar 5 kilos, pero se sobre exige con esa postura hasta los 27 kilos o más, que de repetirse en exceso, puede ocasionar inflamación o atrofia de los nervios de la zona.

Qué decir del aumento de peso (obesidad), directamente relacionado con la falta de actividad física por el uso del recurso tecnológico. Otros desórdenes pueden ser el insomnio y desórdenes del sueño producto de la luz blanca y brillante que emite el dispositivo.

Estos factores de índole biológico y que nos afectan, debieran ser coherentes y a tener en cuenta por los docentes en cuanto al volumen de tareas, más allá de su propia presencia (para preparar la clase, impartirla, revisión de las evaluaciones en general, interlocución en la aclaración de dudas, entre otras), por las instituciones en cuanto a los horarios formales (presencial o virtual), en cuanto a la permanencia del estudiante constante frente a una pantalla, cámara y teclado.

No vendría mal que se revisara esta situación, buscando espacios reales de descanso visual y mental, a través de otras actividades formales que conlleven al no uso de los mismos: cenar en familia; no uso al conducir; establecer límites – que son programables – del tiempo ante la pantalla; evitar medios electrónicos en las habitaciones.

En fin, estamos ante una nueva batalla por lograr: el uso adecuado y pertinente en cuanto al tiempo de “tecleado”

 

 

 

 

[1] Proviene (del griego μηχανή mechané): mecánico, máquina, y γραφή (grafé): escritura, dibujo) es el proceso de introducir texto o caracteres alfanuméricos en un dispositivo por medio de un teclado como los que poseen las máquinas de escribir, los ordenadores y las calculadoras.

[2] Coordinación de músculos, huesos y nervios para producir movimientos pequeños y precisos

[3] El uso excesivo ocasiona problemas de conducta como: dejar de dormir para estar conectados al celular, descuidar las relaciones personales, cambios de ánimo cuando la conexión a Internet falla y tener la necesidad de conexión al comienzo y al final del día.

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