- Ambiente Político por Eduardo Serrano
En 2018, Andrés Manuel López Obrador con el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), protagonizó un tsunami electoral que lo condujo a la Presidencia de la República, y junto con él, a decenas de hombres y mujeres que alcanzaron la mayoría en el Congreso de la Unión. MORENA contaba en el Senado con 55 escaños; 8 el Partido Encuentro Social (PES) y el PT 6. De las 128 posiciones, 69 eran ocupadas por la entonces coalición Juntos Haremos Historia, a la que de inmediato se le sumaron los 7 del Verde y uno del Nueva Alianza (PANAL). A la Cámara de Diputados llegaron con el tsunami 191 curules con MORENA, 56 con el PES y 61 con el PT. Con la incorporación de 16 del Verde y 2 del PANAL, la 4T contaba con 326 curules de las 500 que conforman la Cámara Baja y 77 de los 128 escaños en la Cámara Alta.
“De todo da la mata”, no fueron “los mejores hombres y mujeres” quienes ocuparon esos espacios, simplemente, fue lo que había. En efecto, llegaron personas con gran capacidad y preparación, a demostrar que era posible acompañar al presidente, para contribuir con su “granito de arena” en la Cuarta Transformación de México desde el Congreso de la Unión. Sin embargo, también llegaron algunos “becarios” que fueron a “calentar la silla” -y eso, solo cuando iban a las sesiones-, viviendo de las mieles del Poder Legislativo, dispuestos a “levantar el dedo” para decir “sí señor” o “no señor”, según la instrucción que llegara de Palacio Nacional. Para todos era “un honor, estar con Obrador”, para otros, era “un verdadero privilegio”, porque, oiga usted, ¡esos privilegios no los tenía ni Obama! El Movimiento, como era natural, crecía a pasos agigantados, mientras que el “PRIAN”, se iba desdibujando poco a poco. Los Obradoristas eran, indiscutiblemente, una mayoría.
MORENA redimió a muchos impresentables, quienes convencidos de que estaban en riesgo sus “privilegios”, tomaron la decisión de conservarlos, con unos ligeros cambios de “marca”, al fin y al cabo, el grito de “¡es un honor, estar con Obrador!”, en cada mitin que convocaba el “líder supremo”, era tan común, como interpretar la canción de Denisse de Kalafe o bailar el “Ratón Vaquero”, en los festivales del día de las Madres. Los postulados de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”, se fueron “choteando”, y como era de esperarse, perdieron el valor que el tabasqueño le había impreso. MORENA y sus aliados ganaban gubernaturas con exprianistas como candidatos; desde Palacio Nacional, se premiaba a exgobernadores con Embajadas, y paradójicamente, iban perdiendo fuerza en la Cámara Baja.
Hay altas posibilidades de que, con Claudia Sheinbaum, la 4T retenga la Presidencia de la República, pero, de ninguna manera es ya un hecho. Difícilmente lograrán avasallar en las urnas como lo hicieron en 2018, para conformar un Congreso de la Unión que le continuidad al “Segundo Piso de la Transformación”, porque ahora, internamente se vuelven a confrontar, para determinar quiénes son los verdaderos obradoristas. Unos dicen que “el PT es la 4T”, y llaman al “voto masivo” en su favor, pero, entonces, los morenistas argumentan que el partido fundado por López Obrador es precisamente MORENA, por lo tanto, los verdaderos obradoristas, están en el partido guinda. Estamos a unos días de saber quien gobernará nuestro país por los siguientes 6 años, y quizás, sabremos también, si la ambición de unos, pudo más, que los sueños de otros.