La Duda
De Alejandro Álvarez Manilla
El 25 de noviembre conmemoramos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha proclamada por la ONU en 1993 que invita a reflexionar sobre una de las crisis más profundas y persistentes de nuestra sociedad.
Desde entonces, la pregunta sigue siendo la misma: ¿es posible erradicar la violencia de género?
La violencia contra las mujeres no distingue fronteras, edades ni clases sociales. Está presente en los hogares, las calles, los espacios de trabajo y hasta en las instituciones que deberían protegernos.
Es un problema que se manifiesta de muchas formas: acoso, discriminación, violencia física, psicológica y, en su expresión más extrema, el feminicidio.
En México, las cifras son devastadoras: 11 mujeres son asesinadas al día, y miles más viven bajo el yugo de la violencia cotidiana. La duda que surge es inevitable: ¿qué estamos haciendo como sociedad para enfrentar esta tragedia?
Por un lado, hemos visto avances importantes. El movimiento #MeToo, nacido en 2017, fue un parteaguas global que destapó el acoso y la violencia sexual que millones de mujeres han sufrido en silencio durante décadas.
Este movimiento, impulsado por el coraje de mujeres dispuestas a contar sus historias, sacudió estructuras de poder y mostró que el problema no es individual, sino sistémico.
En México, el #MeToo también encontró eco, y miles de mujeres alzaron la voz para denunciar a agresores, muchos de ellos figuras públicas.
Sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿cuántas denuncias quedaron en el olvido? ¿Cuántas víctimas enfrentaron represalias o incluso más violencia tras hablar?
El gobierno de la presidenta la Dra Claudia Sheinbaum ha dado pasos importantes para atacar las raíces de la violencia de género, desde el fortalecimiento de refugios hasta políticas que buscan garantizar justicia.
Además, movimientos como #NiUnaMenos y el #MeToo han logrado poner el tema en el centro del debate público. Pero, ¿es suficiente?
No tengo duda de que se ha avanzado en la visibilización del problema, pero también tengo dudas de si estos esfuerzos han permeado en todos los rincones del país.
¿Qué sucede en las comunidades más marginadas, donde las mujeres enfrentan múltiples violencias y pocas oportunidades?
También debemos preguntarnos qué papel jugamos todos en esta lucha. La violencia contra las mujeres no es solo un problema del gobierno, de las autoridades o de las leyes. Es una cuestión cultural profundamente arraigada que exige una transformación colectiva.
En este Día Internacional, no basta con recordar a las víctimas. Es indispensable actuar. ¿Estamos educando a nuestros hijas e hijos para erradicar los estereotipos de género?
¿Estamos alzando la voz cuando vemos una injusticia?, ¿Estamos exigiendo justicia para las víctimas de feminicidio y acompañando a las sobrevivientes?
La ONU marcó este día como un recordatorio de que los derechos de las mujeres son derechos humanos. La pregunta es: ¿cuánto tiempo más necesitaremos para garantizar que todas las mujeres vivan libres de violencia?
Como sociedad, tenemos dos opciones: ser parte del cambio o permanecer indiferentes ante la tragedia. En lo personal, no tengo la menor duda: la erradicación de la violencia contra las mujeres no es solo un ideal, sino una responsabilidad colectiva que no podemos posponer más.