jueves, agosto 21, 2025

Innovación y equidad: los grandes retos de las ciudades inteligentes en la región

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Latinoamérica enfrenta un pulso urbano que no da tregua. De acuerdo con estimaciones de Naciones Unidas, el 81 % de la población regional ya reside en zonas urbanas, y las proyecciones apuntan a que en 2050 la cifra escalará hasta el 89 %.

La urbanización descontrolada dispara la presión sobre movilidad, servicios básicos, pobreza y desigualdad, mientras las ciudades inteligentes emergen como un posible rumbo que, sin embargo, aún cojea en entrada de aire equitativo.

El debate sobre estas urbes no se limita al transporte eléctrico o a la domótica de los edificios. La transformación también toca sectores económicos completos que migraron de lo físico a lo digital: banca, comercio, educación y hasta el entretenimiento.

En ese mapa de servicios en línea, portales de análisis como Casadecasino reflejan cómo la tecnología redefine industrias tradicionales, desde la forma en que se hacen pagos hasta la interacción en un casino virtual. 

Lo que ayer parecía un espacio exclusivo de la calle principal, hoy se encuentra en el mismo celular que organiza el transporte o la cuenta bancaria.

Ciudades conectadas, ciudadanos desconectados

Aunque las ciudades inteligentes vienen pisando fuerte en todo el mundo, Latinoamérica aún está lejos del podio. 

Un informe del Institute of the Americas revela que la región acapara menos del 10 % del gasto global en este tipo de infraestructuras, un dato que habla más de la falta de inversión sostenida que de la falta de ambición.

Ese desequilibrio significa que barrios periféricos siguen sin acceso a transporte eficiente o servicios conectados, mientras el centro brilla con tecnología y zonas digitales inclusivas se quedan en promesas.

Innovación sí, pero sin olvidar la justicia social

Innovar no es solo desplegar sensores o cámaras; también implica asegurar que la herramienta llegue y funcione para quienes menos tienen.

La primera ola de estudios sobre ciudades inteligentes en América Latina arrancó en 2012, marca esa curva ascendente que llamó la atención global.

Brasil se convirtió en el faro académico de la región, con énfasis en el turismo como campo de estudio predominante, mientras que los temas de sostenibilidad y género siguieron en los márgenes.

Ese sesgo académico refleja lo que sucede “allá afuera”: proyectos que sorprenden por su brío, pero que dejan olvidados barrios, mujeres, personas mayores y zonas vulnerables.

Transparencia de datos y privacidad como cimientos

La gestión urbana inteligente depende de datos, muchos datos, y sin transparencia todo se tuerce.

La infraestructura de datos geográficos abiertos (OGDI) promueve participación ciudadana y decisiones informadas, pero en Latinoamérica apenas arranca y se enfrenta a brechas digitales profundas.

Si la información no circula libremente o solo alimenta algoritmos opacos, la confianza se erosiona. Y la gente se aleja, solo queda un “smart city” sin gente ni voz.

Finalmente, la ciudad inteligente no será realidad si se reduce a parches de tecnología sobre desigualdades viejas.

El sueño urbano debe ser sustentable, sí, pero también sensible: tecnología que entienda contextos, que escuche barrios, que cuide tanto como conecta.

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