La Duda
Por Alejandro Álvarez Manilla
El mensaje del Diputado Ricardo Monreal Ávila tras los señalamientos en la tribuna del Senado pone en evidencia algo más profundo que un simple debate presupuestal: la política, a veces, se convierte en un teatro donde los actores no siempre buscan soluciones, sino protagonismo.
Monreal, con la serenidad de quien tiene la verdad como respaldo, aclaró que no hubo recorte alguno en el presupuesto del Senado. Por el contrario, se aprobó un aumento del 3% respecto al ejercicio anterior, alcanzando incluso un consenso con el senador Adán Augusto. Esto demuestra que el manejo financiero en la Cámara alta no fue improvisado ni arbitrario, sino producto de coordinación y planeación.
Más allá de las cifras, lo relevante aquí es el rigor administrativo que Monreal implementó durante su liderazgo. En seis años al frente de la Junta de Coordinación Política, se realizaron 77 auditorías, promediando 13 al año, y se solventaron todas las observaciones de la Auditoría Superior de la Federación. Estos datos no son casualidad; son el resultado de una gestión transparente y meticulosa.
Sin embargo, lo que llama la atención es el origen de los ataques. Como señaló Monreal, estos ya no provienen de la oposición, sino de correligionarios. Esto nos invita a reflexionar sobre cómo los intereses políticos a veces trascienden las lealtades partidistas, y cómo el juego del poder puede ser más despiadado que la oposición misma.
Las acusaciones sobre supuestos manejos indebidos, como los contratos de elevadores o el archivo digital, ya están documentadas y respaldadas por licitaciones y auditorías. El propio Monreal, en un gesto de previsión, solicitó ampliar las auditorías para prevenir acusaciones sin fundamento. Hoy, esa claridad resulta ser su mejor defensa.
Es cierto, la transparencia debe ser el eje de toda función pública, y si hay denuncias por presentar, que se presenten. Pero no podemos ignorar que muchas veces las acusaciones se utilizan más como herramienta política que como búsqueda de justicia. En este caso, el propio Monreal invita a que las denuncias se formalicen, mostrando una apertura poco común en el ámbito político.
Finalmente, no podemos olvidar un punto crucial: el trato desigual entre senadores y diputados. Mientras en la Cámara de Diputados los legisladores enfrentan restricciones económicas severas, el Senado parece operar con mayor holgura. ¿Por qué? Monreal lo planteó como un tema pendiente, que refleja un rezago histórico en el tratamiento de las y los legisladores federales.
En política, la verdad siempre prevalece, aunque a veces tarde en salir a la luz. Monreal, con firmeza y claridad, enfrentó los infundios como lo ha hecho toda su carrera: sin titubeos y con la certeza de que “el teatro armado caerá por su propio peso.”
No me queda la menor duda de que, en este caso, el rigor y la transparencia serán su mejor defensa.
