Por: Ernesto González Valdés
Siempre he sido fan, tal vez no tanto como afición[1] de cuando visito una tienda, uno de los departamentos donde me detengo a visualizar separado por una pared de vidrio, constituyen los estantes de relojes.
¿Motivos posibles? Una vez a mi padre le hube de pedir que de obtener buenas notas me regalase un reloj, a modo de estímulo. Concluido el período de evaluación, cumpliendo con mi compromiso, él no pudo cumplir con el suyo: “Hijo, lo siento no poder complacerte, pero el dinero no alcanza, ya que debo velar por la alimentación de todos (4 hermanos), alquiler, vestimenta, uniformes de la escuela, etc.”; Cuando seas adulto y logres tener poder adquisitivo para ello (y para otras cosas mucho más prioritarias), podrás lograr tu deseo.
Por lo visto – siendo consciente de la situación familiar – comprendí que la vida no era tan sencilla, como frotar la lámpara y pedir deseos, aunque hubiese sido uno, pero… nunca apareció el mago-, siendo motivo de aprendizaje, esforzarme, culminar mis estudios y trabajar, entiéndase ser independiente, tener independencia[2].
Valor que se define como “la capacidad de actuar, hacer y elegir sin intervención o tutela ajena”, donde la persona se desempeña por cuenta propia, pero también implica la toma de decisiones y además asumir la responsabilidad de sus consecuencias, a lo que se suma poseer entereza y firmeza de carácter.
Decisión que no siempre resulta sencilla, ya que se comienza por demarcarse de la protección de sus padres en términos de vivienda, alimentación y por ende su propia manutención, que suele asociarse a la vida adulta, para lo cual deberá de tener al menos un ingreso que le permite pagar sus gastos cotidianos, ahorrar, gastar e invertir, sin que sea necesario solicitar ayuda externa (préstamos, créditos, donaciones, etc.).
En la generalidad de nuestros países – Latinoamérica – los padres solemos “estirar” la dependencia de nuestros descendientes, por muchos factores: 1. Considerar que aún no son lo suficiente maduros; 2, El temor ante los graves problemas sociales (drogas, violencia, etc.), tratando de mantenerlos bajo “la falda”.
Lo contrario, es catalizarlos hacia la independencia, cuando por razones meramente de pobreza, y ante la insostenibilidad económica pasen a trabajar desde edades tempranas, por ejemplo: mis padres emigraron del campo a la ciudad, siendo adolescentes en trabajos sin preparación académica alguna. Hablo de principios del Siglo XX, donde legalmente se estaba lejos de conocer la llamada emancipación[3], en la cual el menor (16 años de edad legalmente)[4] solicitaba ser independiente.
No queda dudas que cualquiera sea o fuese el camino para ser independiente o lograr la independencia resulta complejo, pero cuando se convierte en una necesidad para la familia o una decisión personal, la opción para convertir la realidad en lo que se sueña, podría estar más cerca con mucha paciencia y esfuerzo y convertirse la propia persona, estudiante, joven, adulto, en ser tu propio mago y los deseos – posiblemente más de tres se te harán realidad –
[1] Quien realiza la actividad en cuestión lo hace por gusto, ya que le genera placer o le proporciona diversión. No es una acción obligada ni forzada.
[2] Procede del latín independere, que significa “no estar bajo la voluntad de otros”.
[3] Históricamente se recoge que el presidente Abraham Lincoln (USA) emitió la Proclamación de Emancipación el 1ro de enero de 1863, cuando la nación se acercaba a su tercer año de la guerra civil sangrienta. La proclamación declaró “que todas las personas detenidas como esclavos” dentro de los estados rebeldes “son, y en adelante serán libres.”
[4] En algunos paises de Europa la edad de emancipación es mayor (21 – 24) con ayuda del gobierno en viviendas; en Estados Unidos ésta inicia cuando los estudiantes empiezan a estudiar una carrera universitaria y se ven motivados a trasladarse geográficamente. Se plantea una cultura basada “en la percepción de la autonomía y la capitalización de los individuos”. De este modo, la emancipación y el inicio de una vida en solitario a edades tempranas son fomentados desde el propio núcleo familiar.