Washington, 31 may (EFE).- El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió este martes que no tratará de influir en las decisiones de la Reserva Federal (Fed), como sí han hecho varios presidentes a lo largo de la historia, especialmente cuando la inflación ha estado disparada como ahora.
En un largo artículo publicado en el diario The Wall Street Journal y titulado “Mi plan para luchar contra la inflación”, Biden detalló tres áreas en las que trabajará para intentar mitigar la subida de precios de consumo, que en abril se colocó en el 8,3 % interanual, la cifra más alta en cuarenta años.
El mandatario aseguró que combatir la inflación es su mayor prioridad económica, y situó la primera área de esta lucha en el respeto a la independencia de la Fed, el banco central estadounidense.
Biden también aprovechó para marcar diferencias con su predecesor en el cargo, el expresidente Donald Trump (2017 – 2021), quien en su opinión “menospreció” a la institución financiera.
El segundo aspecto en el que el mandatario quiere centrarse para combatir la inflación es poniendo en marcha medidas legislativas como la aprobación de exenciones fiscales a las energías limpias, la construcción de más de un millón de nuevas viviendas y la negociación con las principales farmacéuticas para rebajar el precio de los medicamentos.
Para todas estas medidas, sin embargo, la Casa Blanca necesita el apoyo del Congreso, que hasta el momento no ha dado señales claras de apoyar ninguna de estas iniciativas.
La tercera área de actuación es la reducción del déficit público, lo que a su vez rebajaría la presión sobre los precios, y que Biden pretende conseguir mediante reformas del código fiscal.
Con todo ello, el Gobierno estadounidense quiere que la economía pase por una “transición” desde el actual momento de recuperación a un periodo de estabilidad que permita reducir la inflación sin perder las mejoras conseguidas durante estos meses pasados.
Biden admitió que en esta transición es probable que se desacelere el ritmo de creación de empleo, que podría pasar de una media de 500.000 nuevos puestos de trabajo al mes a una de 150.000, aunque aseguró que dada la fortaleza de la economía, eso no es “motivo de preocupación”. EFE