Por: Ernesto González Valdés
La vaca, mamífero artiodáctilo de la familia de los bóvidos, domesticado desde hace unos diez mil años en el Oriente Medio; empleadas para el trabajo, la producción de carne y de leche, además de aprovecharse los cuernos, el cuero o los excrementos, como fertilizante o combustible. Por lo visto se utiliza todo.
La primera vez que escuche este término (nombre del artículo) – comenzando la vida laboral – el mismo se atribuía a personas que permanecían por mucho tiempo en una posición determinada, y que de haber cambios en la institución, éstas eran inamovibles.
Recientemente viendo un documental referente a emigrantes que viven en la India, observaba deambular vacas por las calles, las cuales se trasladaban como seres humanos e inclusive estos últimos no les interrumpían el paso. Recordé entonces que en ese país, estos mamíferos son sagrados.
¿A qué se debe tanto respeto? Para los hindúes, la vaca es venerada como fuente de alimento y símbolo de vida, y nunca debe ser sacrificada, inclusive cuando finaliza la vida productiva de estos animales, se opta por liberarlas.
Retornando a las personas inamovibles en este caso en las instituciones educativas trabajando en la universidad de la cual me gradué tuve el honor de ser compañero de trabajo, de mi profesor – considerado uno de los “sagrados” – pero. ¿A qué se le atribuía? No por gusto era el presidente de la delegación de estudiantes que asistían a eventos internacionales (Olimpiadas), donde asistían docentes, investigadores, “pesos pesados” de su especialidad; era profesor en la preparación de estos equipos inclusive; profesor titular de mérito, sus libros eran utilizados en todas las escuelas superiores pedagógicas del país.
Ya con avanzada edad su rol era capacitar exclusivamente a los colectivos de profesores, solo para eso, por cierto más que suficiente: no se me olvidará que pasaba frente a su casa – dirigiéndome a la universidad y que teniendo clases muy temprano ¿6 am?, las luces de su oficina estaban encendidas y podías apreciar con su ventana entreabierta su silueta, en posición de lectura, lo que reflejaba su constante preocupación por el estudio, la actualización permanente, de aquí la extensión de su vida productiva y rechazo a ser liberado, mientras tuviese vida.
Pasó el tiempo y me correspondió rodearme de docentes y trabajadores ¡sagrados! Y, ¿por qué este adjetivo? La definición de sagrado(a) nos expresa “Que merece un respeto excepcional y no puede ser ofendido”, que como pueden apreciar el mismo no incluye el término edad. ¿10 o más años trabajando juntos? Tiempo que te da una medida de conocer como son las personas como seres humanos y en particular en el plano laboral: responsables, disciplinadas, muy profesionales en su campo, y más allá cuando se trabaja con estudiantes en el cual se suman otros valores como tolerancia, exigencia, preocupación (inclusive más que le podríamos dar a nuestros hijos), consejeros, receptivos, preocupados por su constante superación, contar con su apoyo en cualquier momento, extender su horario de trabajo por una necesidad excepcional e inclusive aprender de ellos con sus sugerencias y observaciones.
Por muchos factores, unos por su edad como medida preventiva ligados a la pandemia, otros a motivos que desconozco, recientemente un grupo considerable de excelentes y diría que personas sagradas no continuaron laborando a pesar de su alta experiencia, diría que ganada por el esfuerzo cotidiano de cada día (incluyendo fines de semanas); ¿cambios? Ya no tendrán unos que preparar clases, otros no levantarse temprano, en aras de dar respuesta a la tarea que quedó pendiente.
Sin embargo, no todo es decepción, lo que no hicieron antes con relación a la atención a su familia, a su salud personal, necesaria de desintoxicar por el estrés de años acumulados, será el momento oportuno al menos temporal, de descansar, de realizar otras actividades junto a la familia – acompañar a sus hijos, nietos, bisnietos a la escuela, conocer a sus profesores – que estuvo desatendiendo durante mucho tiempo, mucho.
No obstante, si bien se cerraron puertas, se abrirán otras, aparecerán nuevas oportunidades sobre todo cuando se cuenta con el aval de personas que se ganaron el sello de sagrados. No me queda duda que ellos ganaron, otros perdieron.