La Duda
Alejandro Álvarez Manilla
Alemania acaba de celebrar unas elecciones cruciales para su futuro político y el de toda Europa. Como anticipaban las encuestas, los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) se impusieron con el 28.6% de los votos, allanando el camino para que Friedrich Merz asuma el liderazgo.
Sin embargo, la verdadera noticia –o quizá la gran advertencia– es el ascenso histórico de la ultraderecha. Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo más del 20% de los sufragios, consolidándose como la segunda fuerza política del país. Mientras tanto, el Partido Socialdemócrata de Olaf Scholz sufrió una derrota estrepitosa, quedando en tercer lugar con solo el 16%, seguido por los Verdes, que obtuvieron un 11.6%.
Estos resultados reflejan más que un simple cambio de gobierno. Son el síntoma de una crisis de confianza que sacude no solo a Alemania, sino a toda Europa.
Con una economía debilitada, el debate migratorio al rojo vivo y una creciente sensación de inseguridad, la extrema derecha ha encontrado terreno fértil para expandirse.
La pregunta no es solo qué pasará en Berlín, sino qué implicaciones tendrá esto para el equilibrio de poder en la Unión Europea, especialmente cuando se prevé que la ultraderecha también gane en Francia.
Merz ha descartado una coalición con la AfD, pero su giro a la derecha dentro de la CDU es innegable. Sus propuestas para endurecer las políticas migratorias han sido interpretadas por muchos como un intento de captar el voto ultraconservador.
¿Hasta dónde está dispuesto a ceder para garantizar la gobernabilidad sin comprometer los principios democráticos? Tengo la duda.
El desafío no es menor. Con una participación del 83% (la más alta desde la reunificación alemana), los votantes dejaron claro que el futuro del país les preocupa.
Pero el mandato es ambiguo: un bloque conservador dividido, una ultraderecha fortalecida y un partido socialdemócrata en crisis. Ahora, la CDU deberá negociar alianzas para formar gobierno, probablemente con los socialdemócratas, en una combinación que muchos consideran inestable y que la AfD ya califica como insostenible a largo plazo.
Mientras tanto, la incertidumbre se respira en las calles de Alemania. ¿Se ha logrado contener el avance de la ultraderecha o estamos viendo su consolidación?
Si la nueva coalición fracasa, ¿se convertirá la AfD en la alternativa de gobierno? Y en un escenario donde Francia podría inclinarse aún más hacia la extrema derecha, ¿qué papel jugará Alemania en el equilibrio europeo?
La duda sigue en el aire: ¿la democracia alemana ha frenado el avance radical o simplemente lo ha pospuesto?