Por: Ernesto González Valdés
Estamos acostumbrado a la hora de imprimir si el documento será tamaño carta cuyas dimensiones son 21.59 cm (ancho) x 27.94 cm (largo), dimensiones que suelen ser la más usada en el entorno laboral (generalizado en los Estados Unidos, Europa y en nuestros países) y que de seleccionar otra como es la denominada Legal (21.59 cm x 35.56 cm) se relaciona con tamaños de documentos preestablecidos, justamente como éste último para aspectos legales.
La clasificación A (la más común, aunque existe la B que responde a la norma ISO 216), corresponden a medidas provenientes de un estándar internacional creado por el Instituto Alemán de Normalización para definir el tamaño del papel.
Los documentos – formato – con hojas tamaño carta (también el A4) son los más utilizados para cartas, formularios, cuadernos que se utilizan en los colegios, de los libros infantiles y de las enciclopedias (que requieren más espacio para las ilustraciones), de las revistas y de los folletos. Hecho que nos induce – durante años, tanto en la vida como estudiante, así como en la laboral – al documento que solemos tener en nuestras manos. ¿Qué sucede cuando nuestra “pantalla” o formato se reduce al tamaño de un celular?
En esta ocasión – para celulares – el tamaño se determina en forma diagonal, es decir la distancia de punta a punta del cristal de la pantalla y se mide en pulgadas. Para comparar cuanto se reduce a nuestros ojos la hoja tamaño carta a un celular, la diagonal de la primera en centímetros será de 35.31 cm, convertidos a pulgadas serían 13.9 pulgadas.
¿Y en el caso del celular? Tomaré como muestra dos: iPhone XS Max de 6.5 pulgadas y el Samsung Galaxy S9+ de 6.2 pulgadas. Si divido (mis disculpas a los que no les agradan los números) 13.9 pulgadas (diagonal de la hoja tamaño carta) entre 6.5 pulgadas (diagonal del iPhone XS Max) = 2.13. ¿Resultado? La hoja tamaño carta, su formato es 213 % veces mayor que la del celular seleccionado o la “pantalla” del celular se reduce a un 46.76 %, con relación a la hoja de nuestro cuaderno o libro de texto. ¿Por qué y para qué todo este trabalenguas?
Reducir nuestra visión en casi un 50 % (46.76) para darle lectura a una tarea, investigación orientada por la institución educativa conlleva a un esfuerzo – más allá de un hábito de lectura – de (mal) acostumbrarnos – aunque no me parece que la “desaparición de los textos impresos, estén al doblar de la esquina”- a los lectores (sin distinción de edad) de apropiarnos en el uso de recursos tecnológicos (al menos los más comunes y los de mayor consumo, como son los celulares)
¿Este cambio tecnológico, conduce a la pérdida visual? En las personas mayores, adultas con el paso de los años suele ser necesario el uso de anteojos, por diversos motivos como es el caso de la presbicia o vista cansada (el cristalino, lente del ojo) pierde flexibilidad y deja de enfocar bien los objetos que están más cercanos.
Para solventar esta situación, el paciente necesita utilizar anteojos de lectura, progresivos o bifocales; otra enfermedad visual puede ser la denominada Baja Visión (impedimento que no puede ser corregido con anteojos normales, lentes de contacto o intervención médica), la cual restringe la capacidad de realizar tareas visuales en el día a día, producto de la pérdida de agudeza visual y la pérdida de campo visual.
Lo anterior, uso de celulares en aspectos educativos, nos pone en una preocupante encrucijada, ¿será adecuado realmente el uso del mismo de forma sistemática? Continuaremos.