Durango, Dgo. — Entre el sonido de los tambores, los pasos firmes y los trajes que evocan a antiguos guerreros del norte de Europa, la Danza de los Vikingos se ha convertido en una de las expresiones más llamativas y esperadas durante las celebraciones del 12 de diciembre, fecha en la que miles de fieles conmemoran el cumpleaños de la Virgen de Guadalupe.
Aunque su vestimenta rompe con la estética tradicional de muchas danzas mexicanas, en Durango esta agrupación es ya parte del paisaje guadalupano. Cascos, escudos, pieles y colores intensos avanzan en formación rumbo al Santuario, no como un acto teatral aislado, sino como una manda colectiva, una ofrenda de fe que se renueva año con año.

La tradición de la Danza de los Vikingos nació hace más de cinco décadas y, con el paso del tiempo, ha crecido hasta reunir a cientos de integrantes, entre niños, jóvenes y adultos, muchos de ellos pertenecientes a varias generaciones de una misma familia. Para quienes participan, el atuendo no representa una cultura ajena, sino un símbolo de fuerza, disciplina y resistencia, valores que trasladan a su devoción mariana.
Cada diciembre, su presencia transforma las calles en un escenario de celebración. El ritmo constante de la música, el orden de las filas y la energía de los danzantes acompañan las peregrinaciones que desde la madrugada recorren la ciudad para llegar al Santuario. Ahí, entre veladoras, cantos y rezos, la danza se convierte en un lenguaje más de agradecimiento y promesa cumplida.

En el cumpleaños de la Virgen de Guadalupe, la Danza de los Vikingos recuerda que la fe popular también se expresa con movimiento, color y comunidad. Es una tradición que, aunque distinta en forma, comparte el mismo fondo que todas las danzas guadalupanas de Durango: honrar a la Morenita del Tepeyac y celebrar su presencia viva en el corazón de su gente.

