- Ambiente Político Por Eduardo Serrano
Andrés Manuel López Obrador conquistó las urnas, gracias a que antes, ya había conquistado las calles. Su movimiento avanzó porque supo capitalizar el hartazgo social, derivado de los excesos de quienes estaban al frente del poder, muchos de ellos, por cierto, ahora beneficiados bajo el “manto sagrado de la 4T”. Lo que son las cosas, ¡las vueltas que da la vida!, el domingo pasado, cientos de miles de personas, le dieron al de Palacio Nacional, una sopa de su propio chocolate, o mejor dicho, una probadita de sus “tamales de chipilín”, que tanto le gustan. Quizás no fueron los 640 mil que los organizadores dijeron, pero tampoco los 12 mil que de forma ridícula dijo Martí Batres, secretario de Gobierno de la Ciudad de México. Siendo “conservadores”, fueron más de 100 mil, entonces, el tabasqueño, ya se está tardando en cumplir su promesa de irse a Palenque, Chiapas, pues ya no tiene el respaldo total de la gente, tal y como él mismo lo dijo.
Pretender hacernos pensar que ha subestimado el impacto de la manifestación en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), equiparándolo con un “strip-tease” del conservadurismo, ha sido un error garrafal por parte del presidente de la República, dado que, notoriamente, le caló la magnitud de la participación en la Ciudad de México y en por lo menos otras 60 ciudades más, siendo las manifestaciones en las calles, su principal estrategia para acceder al poder. Retar al pueblo que gobierna, porque gobierna para todos, es un grado más en el “soberbiómetro” que lo está llevando a la decadencia. La voz de la sociedad se ha dejado sentir, con un llamado enérgico a López Obrador: para que respete la democracia y al árbitro electoral que en 2018 validó su triunfo, generando condiciones para la alternancia, pero, ¡aguas!, ese llamado, lleva implícito otro mensaje para la oposición.
Los partidos opositores, es probable que no se esperaban una manifestación de tales dimensiones, de la cual, no son propietarios, aunque muchos de sus representantes la hayan impulsado. Con este respaldo social, deben salir a la defensa del INE en el Congreso de la Unión; cualquier titubeo, o coqueteo ante el guiño de los ojos pispiretos del tabasqueño, será cobrado en las urnas. Por supuesto, el INE es perfectible, y sujeto de reformas, pero no del tipo de reformas presidenciales a las que “orgullosamente” no se les cambia “ni una coma”, sino de las que resultan de un debate equilibrado con miras al crecimiento democrático, no a la regresión complaciente. Si el presidente sigue aferrado en insultar a sus opositores, va a lograr que se organicen, inclusive, mejor que como lo hicieron en la manifestación dominical.
La carrera por la sucesión presidencial está en marcha, y va muy acelerada. El presidente tiene dividido al país en dos grandes bloques, que no terminan de ver, ni de un lado ni del otro, la tan mentada “transformación” prometida. Por si eso fuera poco, López Obrador también tiene divididos a quienes lo han acompañado a lo largo de los años en su lucha, muchos de ellos, incluyendo algunas de sus corcholatas, han dejado de creer en él. El temor a que se alimente una dictadura, es latente. Quien no ha vendido el avión presidencial; no ha implementado un sistema de salud mejor que en Dinamarca; no acabado con la corrupción, ni siquiera en su gobierno, con la manifestación en defensa del INE, esta vez, ha probado una sopa de su propio chipilín.