Por: Ernesto González Valdés
En un período de aproximadamente 25 años, equivalente a 8900 días, 213, 600 horas, 128, 16,000 minutos he sido afectado por robos en 6 ocasiones (carterista, y en general ladrones de lo ajeno), donde el porcentaje en cualquiera de las variables de la magnitud tiempo sería despreciable; inclusive hay quienes podrían considerar que soy una persona con suerte. Sin embargo, en todos los casos, me he sentido molesto, indignado, vulnerable.
Detrás de todo lo anterior pensaría, estoy vivo, se recuperará lo perdido en un tiempo prudencial o no y que con el pasar de los días y la prioridad de otros logros y problemas pasaré la página y posiblemente pase ser una anécdota más en una conversación con familiares, amigos/as, compañeros/as de trabajo.
En nuestra región (Centroamericana) suelen establecerse por determinados países alertas por inseguridad para que visitantes o no asistan o tomen medidas en el caso de viajar, que se afianzan cuando observamos algún noticiero lo que sucede por estos lados o en todos lados. Según la BBC publicado el 1 de diciembre del 2019, 6 países de América Latina, estaban entre los 13 con peores índices de criminalidad en el mundo.
¿El consuelo? Estamos bien afectados por esta situación (nacional) o simplemente ese día (o días) me tocó el que me viese afectado. ¡Fatal! Si pensara como la persona que me hurtó – cosas del vehículo – en la última ocasión, que inclusive me pareció ver antes de parquear solo por 40 minutos y al regreso: “la inadecuada sorpresa”, analizaría ¿por qué tomar lo que no es suyo, y que cuesta?, ¿tendrá empleo o ese es su empleo?, ¿qué le dirá la familia cuando llegue a su casa (no con lo robado) con el dinero de lo que vendió a otro (donde este último posiblemente lo revenda y tal vez no tan lejos del lugar donde robaron)
¿Qué dirán la esposa y principalmente sus hijos?, ¿aceptarán las nuevas compras – alimentos, ropas – con las cuales llega a la casa?, ¿celebrará con sus amigos “de oficio semejante”, brindando con la toma de licores, rindiendo cuenta de los logros obtenidos? Realmente pienso que no solo los que hurtan de poca o mucha monta, (peor si son criminales) que en el fondo de todo ello falló la educación de los mismos.
¿Qué fueron a la escuela o no?, ¿Qué proviene de una familia disfuncional?, ¿responsabilidad de los padres?, ¿del sistema educacional?, ¿de las leyes que rigen el país, que no necesariamente se respetan?
Una persona que al menos haya cursado 9 años de estudio en el colegio o escuela, habrá podido ser identificado con problemas – por el personal docente – dada su baja estima, rendimiento académico negativo, inasistencia, hechos que habrán de ser conversados con los padres, tutores.
Son muchas las ocasiones, pero muchas en que los docentes suelen sustituir el rol de los padres, apoyados por los directivos del centro educacional o no, abandonando inclusive los de su propia familia. Acción que no está previsto en un plan de clase, que no está incluido en su fondo de tiempo, que no es pagado, pero si reembolsado espiritualmente de lograr encausar al estudiante que en su momento se equivocó en su comportamiento.
No me canso de decir o escribir que el rol de un docente es increíble, de lo que puede lograr con su actuación cotidiana: cambiar al ser humano, dirigirlo, orientarlo, a que sea una persona de éxito. No tengo dudas que, en una pirámide, en la cima de la misma –orgullosamente – le corresponde dicho lugar a la profesora/o, maestra/o, al catedrático/a.
¿Están de acuerdo conmigo?