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sábado, noviembre 23, 2024

¿Impacientes? por: Ernesto González Valdés

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En la lectura del periódico (impreso) cada día suelo “digerir” todas las noticias, tal vez no con el mismo equilibrio, entiéndase todo, pero inclusive por hobby suelo darle una pasadita a los empleos, les prometo, por simple curiosidad.

Y sorpresivamente encontré lo siguiente lo cual copio (parte de ello) literalmente: “Se necesita profesora de kínder con dormida adentro, buenos beneficios…, ubicación (zona de personas adineradas), teléfonos”.

No omito manifestar que me llamó mucho la atención por varios motivos, de aquí que lo leí más de una vez, para sacar varias conclusiones: Con lo de “dormida adentro”, lo usual es que quedarse en casa, garantizándole a la sirvienta, empleada, dormitorio, alimentación y posiblemente salir o regresar a su casa el fin de semana, pero ¿una docente? Mmmm…; “… de kínder…” lo cual induce a pensar que hay niños pequeños entre 3 y 5 años y más de uno, ya que para “quedarse en casa” y ocupar días, no queda duda que jugará el rol de nana (término empleado cuyo significado expresa: Niñera, nodriza que se encarga del cuidado de los niños en una familia)

Otra experiencia real – ya fuera de América Latina – pero sí en el continente americano, donde se trata de volver a la normalidad (a pesar de la pandemia) y los centros educativos se preparan para el nuevo curso escolar (período 2020-2021), en una primera fase en la captación de matrícula donde se conversa – vía telefónica – con los padres para que junto a los niños pasen una entrevista, conozcan a la escuela, etc. donde llamaba la atención el interés de la familia que los pequeñines regresaran lo antes posible a la escuela.

Es cierto que para un estudiante al menos en los primeros años, al niño le cuesta “desprenderse” del hogar, donde median los llantos de los padres y de los niños; ya de regresar a la escuela – siempre kínder – donde recibió el amor y el cuido de sus profesoras, sus primeras amistades, jugar y aprender jugando el deseo del niño al retorno es otro. Sin embargo en esta ocasión la premura era otra: ¿les mando a mi hijo ya?

Dos relatos en países muy diferentes (como siempre media el desarrollo) pero con un elemento común que ha sido el confinamiento de meses en casa, la solución posible, parece ser que ¡está en manos de los y las docentes!

Una familia mamá y papá, tres niños de 3, 4 y 5 años, ¿qué los asuma la nana o la profesora de kínder con unos 20 niños? ¿Acaso este encierro social vigente en la mayoría de los 185 países afectados, con tiempos diferentes de “cuarentena”, permitió identificar aún más la paciencia y el amor a la profesión que tienen fundamentalmente los y las docentes, maestras, personal de servicio?

Muchos han sido los eventos culturales internacionalmente orientados al cuido de la familia, al reconocimiento del personal de salud – ¡merecidísimos! – que siguen y seguirán salvando vidas, pero no me quedan dudas que el personal docente debe ser ubicado en un escalón más de reconocimiento y prestigio en la sociedad del planeta Tierra. Nota: con virus o sin virus.

Por cierto no vendría mal – a modo de sugerencia -, que al igual que a los médicos se les ha venido aplaudiendo, en algunos países en la noche en un horario determinado en señal de agradecimiento, que a los docentes se les aplauda en el momento que el familiar deje y retire al niño o niña en la escuela.

¿Pero y en el caso de los más grandecitos (enseñanza media, bachillerato, universitario)?, ¿qué hacer? Tal vez sencillo, pídale a su hijo el celular, por el cual se comunicaba con su profesor en las clases virtuales y escríbale: “profesor(a) mi hijo y yo, les agradeceremos siempre la paciencia que usted ha tenido en este semestre o curso escolar, ¡muchas gracias!”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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